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Percepción, credibilidad y posverdad

Percepción, credibilidad y posverdad

En la actualidad las personas estamos sufriendo un bombardeo interminable de información a través de los medios tradicionales de comunicación y de las redes sociales, con diferentes propósitos (Mercadológicos, políticos, sociales, etc.) que impactan directamente en nuestra percepción, en ocasiones polarizando la realidad de los acontecimientos y que de una u otra manera, ponen en tela de juicio su veracidad y atentan sobre la credibilidad que de acuerdo a nuestros mapas mentales interpretamos y que de alguna forma nos hace actuar.

La Credibilidad es un concepto que las personas utilizan para decidir si creen o no, ya que es una de las informaciones de la que no son testigos directos. En su aplicación intervienen componentes objetivos y subjetivos que se conceden a las fuentes, canales o plataformas de difusión de información.

La credibilidad se compone de dos dimensiones principales: confianza y grado de conocimiento donde ambas poseen componentes objetivos y subjetivos. Es decir, la capacidad de generar confianza es un juicio de valor que emite el receptor basado en factores subjetivos como las afinidades éticas, ideológicas o estéticas. El grado de conocimiento puede ser percibido en forma subjetiva, aunque también incluye características objetivas relativas a indicadores indirectos sobre los conocimientos expertos de la fuente (por ejemplo, acreditaciones académicas o profesionales, prestigio, trayectoria) o del rigor del mensaje (calidad de la información, referenciación, etc.).

Otras dimensiones secundarias son el dinamismo o carisma de la fuente y la atracción física que genera en medios de comunicación que transmiten la imagen del emisor.

Todo lo que ocurre en nuestro cerebro con respecto a un acontecimiento concreto no corresponde al acontecimiento en sí, sino que solo se compone de nuestra percepción de ese acontecimiento. El ser humano intenta dar sentido a los acontecimientos para que encajen en el modelo del mundo particular de cada uno; para ello se construyen representaciones internas del mundo en la mente. Estas representaciones internas están compuestas por la información recibida a través de los sentidos, además del lenguaje.

Dichas representaciones internas (mapas mentales) y su construcción están determinadas por factores genéticos y por la historia personal, y no se puede confundir con la realidad. En palabras de Alfred Korzybski (1941) “el mapa no es territorio, cada mapa construye el propio cartógrafo, es autorreflexivo, y ningún mapa puede abarcar todo el territorio”. Bandler y Grinder desarrollaron esta idea, aunque en un sentido más amplio.

Tal y como bien señaló Aldous Huxley, las puertas de la percepción son los sentidos, nuestros oídos, boca, piel, y estos son nuestros únicos puntos de contacto con el mundo. Son nuestros mecanismos neurológicos los que nos ayudan a interpretar el mundo en el que vivimos, a través de los cuales se forman nuestras experiencias. Estas experiencias se almacenan en nuestra mente y no son más que imágenes, sonidos internos y sensaciones internas.

Así que miramos al mundo a través de una serie de filtros perceptivos activos: el mundo que percibimos no es un mundo real, el territorio; es un mapa hecho por nuestra neurología. Aquello en lo que nos fijamos será nuevamente filtrado por nuestras convicciones, intereses y preocupaciones. (O’Connor, J. y Seymour, J., 2007).

En resumen, Cada persona tiene su propia manera de entender el medio externo.

La Posverdad o mentira emotiva es un neologismo que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales.

En cultura política, se denomina política de la posverdad a aquella en la que el debate se enmarca en apelaciones a emociones desconectándose de los detalles de la política pública y por la reiterada afirmación de puntos de discusión en los cuales las réplicas fácticas (los hechos) son ignoradas. La posverdad difiere de la tradicional disputa y falsificación de la verdad, dándole una importancia «secundaria». Se resume como la idea en «el que algo aparente ser verdad es más importante que la propia verdad».

Para algunos sociólogos la posverdad es sencillamente mentira (falsedad) o estafa encubiertas con el término políticamente correcto de “posverdad”, que ocultaría la tradicional propaganda política y el eufemismo de las relaciones públicas y la comunicación estratégica como instrumentos de manipulación y propaganda.

Para concluir, considero importante tomar en cuenta las siguientes reflexiones:

Estamos ante una audiencia que cree todo lo que ve en línea.
Hoy cualquiera puede ser periodista.
Entender que el concepto de noticia ha cambiado.
Escuchas todas las voces sin hacer prejuicios.
Intentar entender las conversaciones cotidianas y adentrarse en ellas.
Hacer reflexión y autocrítica.

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